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El agro, entre la explosión de datos y el desafío de la integración

El sector agropecuario argentino vive un momento de transformación vertiginosa, marcado por dos fenómenos simultáneos y en constante crecimiento: por un lado, la oferta de tecnología digital y por el otro los servicios de consultoría.

Asimismo, y esto es crucial, el productor agropecuario está generando una cantidad inmensa de datos. Cada labor en el lote, desde la siembra con maquinaria moderna hasta el paso de un fertilizador o incluso el registro de puntos GPS por parte de un agrónomo, deja una huella digital. Si hay una estación meteorológica en el campo, más datos se suman a la ecuación.

El productor argentino, a quien yo defino como “fierrero” por su afinidad con la maquinaria, tiende a incorporar tecnología a través de la compra de equipos nuevos, que ya vienen con estas capacidades. Sin embargo, y aquí reside uno de los mayores desafíos que veo, no existe una única solución integral que le permita al productor ver la “macro” de su operación.

Hoy, la tecnología se aprovecha “parcialmente”. Hay herramientas muy buenas para tareas específicas, como monitorear plagas o registrar puntos, pero esa información rara vez se integra para ofrecer una visión completa, desde la planificación inicial hasta el resultado económico final de la campaña.

En mi opinión, estamos aprovechando menos de la mitad del potencial que la tecnología y los datos nos ofrecen. Se puede hacer mucho más que simplemente ver un mapa de rendimiento. Por ejemplo, se puede cruzar ese mapa con información de toda la campaña con el clima y/o datos históricos de varias campañas. Ahí es donde la información se vuelve realmente interesante.

A pesar de esta subutilización general, el valor de usar la tecnología y los datos de manera integrada está demostrado. Lo hemos medido en casos concretos. Por ejemplo, en la fertilización variable de trigo, logramos ganancias de entre 300 y 320 kilos por hectárea en promedio, con un retorno del 60 al 70 por ciento. En soja, la siembra variable nos permitió ganar entre 100 y 200 kilos por hectárea simplemente distribuyendo mejor la semilla, sin aumentar costos.

Estos resultados se obtienen aprovechando de manera integrada herramientas de analítica, mapas de rendimiento de las cosechadoras nuevas y la capacidad de las sembradoras para leer prescripciones. Si bien este enfoque integrado representa menos del dos por ciento de la producción actual, creo firmemente que es el camino a seguir.

Capturar este valor exige un cambio de paradigma y la incorporación de diferentes roles dentro de la producción agropecuaria. Necesitamos gente de la ciencia de datos, además de los agrónomos, trabajando de forma interdisciplinaria. Las grandes empresas y lo que antes llamábamos “pools de siembra” (que hoy tienen estructuras más corporativas) ya están dando este paso, creando departamentos de tecnología o de datos. De hecho, en los últimos 4 o 5 años, se ha dado un cambio significativo y a veces hablo directamente con científicos de datos. Este enfoque interdisciplinario es clave para captar el valor “cada vez más fino”.

Actualmente, nos encontramos en una etapa en la que la información se está usando principalmente para analizar lo que pasó hacia atrás. El próximo paso lógico, aunque aún muy incipiente, es la capacidad de “predecir un poquitito más” basándonos en el análisis de esas múltiples campañas históricas. El camino claro para la adopción masiva en toda Argentina aún no está tan fácil, no ha surgido una única herramienta que lo cope todo.

Si bien nuestro foco inicial ha sido la agricultura extensiva, estamos empezando a explorar otros cultivos. Por ejemplo, estamos trabajando en un prototipo para detectar enfermedades en frutales usando imágenes satelitales. Las capacidades internas nos permiten abordar tanto lo extensivo como lo intensivo, siempre que esté la información disponible. Mi percepción es que, dado que la agricultura intensiva implica una mayor inversión por hectárea, el potencial de ahorro y optimización es aún mayor.

En definitiva, el desafío no es tanto la disponibilidad de tecnología o la generación de datos. El verdadero reto es cómo integrar, analizar y capitalizar toda esa información para tomar decisiones más eficientes y rentables. Requiere una visión más amplia, equipos interdisciplinarios y la voluntad de ir más allá del uso parcial. El valor está ahí, y empezar a captarlo es el camino hacia la agricultura del futuro, más inteligente y basada en datos concretos.

Damián Gómez, líder de Negocios en DymaxionLabs